jueves, 23 de abril de 2015

El zapato perdido- Pablo Gentilini



ImagenImagen

Aquella mañana decidí salir con Mateo, mi pequeño hijo, a hacer unas compras. Las necesidades familiares eran, como casi siempre: pañales, disquetes, el último libro de Ana Miranda y algunas botellas de vino argentino difíciles de encontrar a buen precio en Río de Janeiro. Luego de algunas cuadras, Teo se durmió plácidamente en su cochecito. Mientras él soñaba con alguna cosa probablemente mágica, percibí que uno de sus zapatos estaba desatado y casi cayendo. Decidí sacárselo para evitar que, en un descuido, se perdiera.  
Poco segundo después una elegante señora, me alertó: “¡cuidado!, su hijo perdió un zapatito”, “Gracias-respondí. Pero yo se lo saqué”. Algunos metros más adelante, el portero de un edificio de garaje, de sonrisa tímida y palabra corta, movió su cabeza en dirección al pie de Mateo, diciendo en tono grave: “el zapato”. Levantando el dedo pulgar en señal de agradecimiento, continué mi camino. Antes de llegar al supermercado, doblando la esquina de la Avenida Nossa Senhora de Copacabana y Rainha, me encontré con Elizabeth, una surfista, igualmente preocupada con el destino del zapato. 
En el supermercado, las llamadas de atención continuaron. La supuesta pérdida del zapato de Mateo no dejaba de generar diferentes muestras de solidaridad y alerta. 
Llegando a nuestro departamento, Joao, el portero, haciendo gala de su habitual exageración, gritó despertando al niño: ¡Mateo! Tu papá perdió de nuevo el zapato”. 
El sol tornaba aquella mañana especialmente brillante. La preocupación de las personas con el paradero del zapato de mi hijo, aunque insistente, le brindaba un toque solidario que la hacía más alegro o, al menos, fraternal. Sin embargo, una vez a resguardo de las llamadas de atención, comenzó a invadirme una incómoda sensación de malestar. 
Río de Janeiro es, como cualquier gran metrópoli latinoamericana, un territorio de profundos contrastes, donde el lujo y la miseria conviven de forma no siempre armoniosa. Mi desazón era, quizás, injustificada: ¿qué hace del pie descalzo de un niño de clase media motivo de atención y circunstancial preocupación en una ciudad con centenas de chicos descalzos, brutalmente descalzos? ¿Por qué, en una ciudad con decenas de familias viviendo a la intemperie, el pié superficialmente descalzo de Mateo llamaba más la atención que otros pies cuya ausencia de zapatos es la marca inocultable de la barbarie que supone negar los más elementales derechos humanos a millares de individuos? 
La pregunta me parecía trivial. Sin embargo, poco a poco, fui percibiendo que aquel acontecimiento encerraba algunas de las cuestiones centrales sobre las nuevas (y no tan nuevas) formas de exclusión social y educativa vividas hoy en América Latina. Y esta sensación, lejos de tranquilizarme, me perturbó todavía más.  
Aquella mañana, el sol tenía un brillo especial. Quizás lo fuera por la risa de Mateo que, ya despierto, me invitaba a revolearme con él, a morderlo, a besarlo, a cantar. 
Traté de imaginar qué tipo de sociedad iba a tener la suerte (o la desgracia) de conocer. No lo sé… Espero que sea una que le permita distinguir la diferencia entre dos pies descalzos, y a sentir vergüenza al descubrir que, muchas veces, sólo somos capaces de percibir la existencia de aquel que supuestamente perdió el zapato.


1 comentario:

  1. Lucky Club | Play with $50 Bonus - Lucky Club Live
    Lucky Club is the newest online casino offering an instant play experience. With a variety of games, generous bonus offers and a luckyclub.live variety of markets, Lucky  Rating: 3.4 · ‎47 votes · ‎Free · ‎Game

    ResponderEliminar